Aquellos Hotelitos de Saltillo
Por EDUARDO SANTOS
En otro tiempo, en otro Saltillo, los lugares dedicados a la magia y satisfacción erótico-amatoria se
hicieron populares entre las calles, recordar sus historias y personajes fue la tarea de Magaly Sánchez Cuéllar a través
de la conferencia "Aquellos Hotelitos de Saltillo", en el patio del Museo Rubén Herrera, la noche del miércoles. ¿Mi
Ciudad es esta? ¿Dónde queda? ¿Dónde estoy? fueron las preguntas con las que Sánchez Cuéllar evidenció que en Saltillo
desaparecieron puntos de referencia a causa del gigantismo urbano. "Donde apenas ocho días antes, vimos por años un baldío,
se nos cruza en súbito, un Oxxo, plaza o centro comercial y donde ayer pasamos por un crucero despejado a la mañana
nos sale a paso un Mc Donald's, un antro o una Farmacia Guadalajara", señaló. Al pasar frente al Hotel Bermea, hoy ocupado
por el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Sección Quinta, pasó una serie de recuerdos por la mente de Magaly
Sánchez Cuéllar, quien decidió ahondar en el tema. "A su estreno, por los cuarentas del reciente ido Siglo, en el
casi deshabitado seno poniente, quedó a tiro de piedra de la ya para entonces Normal Básica y de la Superior, ahí apenas
recién instalado", comentó. Fue en ese entonces cuando comenzó el movimiento de profesores, profesoras, alumnas y alumnos,
que realizaban el tráfico de textos pero, gracias al hotel, también de amores. "Mucho antes, el gobernador Garza
Galán, allá por 1880 y su famosa 'Casa Pinta', destinada a sus parrandas y aventuras, mostró que el ejercicio sexo amatorio
le importaba tanto como el administrativo". Su afición por las "bellas" y achaques de don Juan causaron impacto en
la sociedad, sin embargo Garza Galán hizo honor a su apellido y de paso, con su "Casa Pinta" animó el barrio entre las
calles de Purcell y Carranza. Al inicio del Siglo 20 en Saltillo abundó el estudiantado con natural inclinación a
la libertad, dada al sueño, la ilusión, la curiosidad e inquietudes. Fue en ese entonces cuando además del Hotel
Bermea, la Biblioteca de la Alameda Zaragoza se convirtió en una opción más para los jóvenes. "Colegiales y colegialas
precoces o más tímidos, empleadas y obreros faltos de billete, acogían a la sombra de sus muros a fin de ver estrellas
y practicar el gusto de la caricia, del besuqueo, en fin, de la cachondería", detalló Sánchez Cuéllar. Comentó que
años más tarde, el crecimiento de la población, sobre todo la popular, estudiantil, del magisterio y la obrera, necesitaban
espacios para su descanso, diversión y placer, por esta razón surgieron aquellos hotelitos de Saltillo que sin alaracas sirvieron
décadas a los saltillenses y fuereños. Hoteles como el Bristol, Ávila, Conde, Sade y Posa Rica, entre otros abrigaron
al sexo clandestino y se convirtieron en los lugares favoritos de aquellos don juanes. Después aparecieron las Quintas,
sitios adoc para Cupido y Afrodita en tiempos en los cuales no existían ni poses ni artificios en la comunidad saltillense. En
la "Zona Roja", también conocida como "La Enramada" o "El Zumbido" se confundían el empleado con el amo y las señoras
decentes no tenían empacho en ir por sus esposos y sacar de la corbata al diablo de su marido. Sánchez Cuéllar destacó
que las prostitutas de aquel entonces podían presumir de libertad y trato digno, incluso eran invitadas por las familias
a compartir la pan y la sal, sin ningún aspaviento de por medio. "Hay mucho que rascar en este tema y les adelanto que, me
gustaría y me propongo continuar, me interesó mucho, porque ese Saltillo de entonces, como que ya se terminó ya es otra
historia, ahora vivimos en otro tiempo, otra ciudad, otro Saltillo", finalizó.
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