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Periódico PALABRA, género: crónica. Año 2003

Aquellos Hotelitos de Saltillo
Por EDUARDO SANTOS

En otro tiempo, en otro Saltillo, los lugares
dedicados a la magia y satisfacción erótico-amatoria
se hicieron populares entre las calles, recordar sus
historias y personajes fue la tarea de Magaly Sánchez
Cuéllar a través de la conferencia "Aquellos Hotelitos
de Saltillo", en el patio del Museo Rubén Herrera, la
noche del miércoles.
¿Mi Ciudad es esta? ¿Dónde queda? ¿Dónde estoy? fueron
las preguntas con las que Sánchez Cuéllar evidenció
que en Saltillo desaparecieron puntos de referencia a
causa del gigantismo urbano.
"Donde apenas ocho días antes, vimos por años un
baldío, se nos cruza en súbito, un Oxxo, plaza o
centro comercial y donde ayer pasamos por un crucero
despejado a la mañana nos sale a paso un Mc Donald's,
un antro o una Farmacia Guadalajara", señaló.
Al pasar frente al Hotel Bermea, hoy ocupado por el
Sindicato Nacional de Trabajadores de la Sección
Quinta, pasó una serie de recuerdos por la mente de
Magaly Sánchez Cuéllar, quien decidió ahondar en el
tema.
"A su estreno, por los cuarentas del reciente ido
Siglo, en el casi deshabitado seno poniente, quedó a
tiro de piedra de la ya para entonces Normal Básica y
de la Superior, ahí apenas recién instalado", comentó.
Fue en ese entonces cuando comenzó el movimiento de
profesores, profesoras, alumnas y alumnos, que
realizaban el tráfico de textos pero, gracias al
hotel, también de amores.
"Mucho antes, el gobernador Garza Galán, allá por 1880
y su famosa 'Casa Pinta', destinada a sus parrandas y
aventuras, mostró que el ejercicio sexo amatorio le
importaba tanto como el administrativo".
Su afición por las "bellas" y achaques de don Juan
causaron impacto en la sociedad, sin embargo Garza
Galán hizo honor a su apellido y de paso, con su "Casa
Pinta" animó el barrio entre las calles de Purcell y
Carranza.
Al inicio del Siglo 20 en Saltillo abundó el
estudiantado con natural inclinación a la libertad,
dada al sueño, la ilusión, la curiosidad e
inquietudes.
Fue en ese entonces cuando además del Hotel Bermea, la
Biblioteca de la Alameda Zaragoza se convirtió en una
opción más para los jóvenes.
"Colegiales y colegialas precoces o más tímidos,
empleadas y obreros faltos de billete, acogían a la
sombra de sus muros a fin de ver estrellas y practicar
el gusto de la caricia, del besuqueo, en fin, de la
cachondería", detalló Sánchez Cuéllar.
Comentó que años más tarde, el crecimiento de la
población, sobre todo la popular, estudiantil, del
magisterio y la obrera, necesitaban espacios para su
descanso, diversión y placer, por esta razón surgieron
aquellos hotelitos de Saltillo que sin alaracas
sirvieron décadas a los saltillenses y fuereños.
Hoteles como el Bristol, Ávila, Conde, Sade y Posa
Rica, entre otros abrigaron al sexo clandestino y se
convirtieron en los lugares favoritos de aquellos don
juanes.
Después aparecieron las Quintas, sitios adoc para
Cupido y Afrodita en tiempos en los cuales no existían
ni poses ni artificios en la comunidad saltillense.
En la "Zona Roja", también conocida como "La Enramada"
o "El Zumbido" se confundían el empleado con el amo y
las señoras decentes no tenían empacho en ir por sus
esposos y sacar de la corbata al diablo de su marido.
Sánchez Cuéllar destacó que las prostitutas de aquel
entonces podían presumir de libertad y trato digno,
incluso eran invitadas por las familias a compartir la
pan y la sal, sin ningún aspaviento de por medio.
"Hay mucho que rascar en este tema y les adelanto que,
me gustaría y me propongo continuar, me interesó
mucho, porque ese Saltillo de entonces, como que ya se
terminó ya es otra historia, ahora vivimos en otro
tiempo, otra ciudad, otro Saltillo", finalizó.
 

Sección: Etcétera.