EDUARDO SANTOS
10 MINUTOS
Son las 12 del mediodía y aún no se junta el dinero suficiente para el desayuno.
Un tambor que toca el mismo sonsonete es la única fuente de ingresos para un oaxaqueño de 88 años, aventurero
buscador de una mejor vida.
Su esposa lo acompaña y pasa entre los transeúntes de las calles Aldama y Xicoténcatl en busca de esa moneda
que hace la diferencia entre desayunar o ayunar.
Si pasare un curioso en busca de una imagen, la fotografía se le cobrará en 50 pesos.
“Nosotros somos pobres y todavía no desayunamos, no sacamos nada a veces por el frío, a veces por el
calor”, argumenta la mujer de 80 años, con el sombrero de las monedas tendido al frente, en espera de una moneda.
La situación no es nada fácil para la pareja de ancianos, son 14 años de vivir en Saltillo, sin trabajo;
él es un hombre mayor y no lo contratan en ninguna parte y ella, desde pequeña aprendió que la mujer es la ayuda idónea del
esposo y debe ir con él a donde sea.
Ambos son originarios de Oaxaca, llegaron a la capital del sarape, donde encontraron una forma de sobrevivir.
Una presentación de amigos no es posible, ella se niega a dar su nombre por desconfianza, prefiere darse
la vuelta y seguir con su trabajo.
El traje típico de un matlachín y el sonido de aquel tamborcito llaman la atención a las personas que pasan
por esas calles del centro de la Ciudad.
Las monedas caen en el sombrero de mimbre, pero éste siempre luce vacío ante las almas caritativas, pues
es la forma en la que más fácil se mueven a la misericordia.
Pies de foto:
La mujer pasa entre los transeúntes buscando esa diferencia que logra una moneda.
Un traje típico y el sonido del tambor llaman la atención de las personas que pasan por las calles de Aldama
y Xicoténcatl.