Tiene Saltillo
tradición sarapera
Por EDUARDO SANTOS
Un sombrero y un sarape bastan para hacer una definición simple de lo mexicano
y es en Saltillo donde el símbolo de la mexicanidad toma su mayor belleza y elaboración a través de una prenda que nace entre
los Siglos 18 y 19, como producto de la fusión de las tilmas prehispánicas y las mantas españolas. "Las industrias de
Saltillo, los sarapes, chocolate de metate y cajeta de membirllo, viva Cristo Rey", es un dicho que Ana María Oyarzabal
de Mendoza, de 89 años de edad tiene muy presente, pues se dedicó a darle vida al taller "El Sarape de Saltillo", junto
a su fallecido esposo Guillermo Mendoza Heredia, por más de cinco décadas. En una de las casonas del centro de la
Ciudad, en la calle de Hidalgo se encuentra ese taller que tiene 90 años de vida y pareciera ser un museo dedicado al sarape,
ahí están sus telares y el producto del trabajo de los artesanos, las prendas multicolores, todas diferentes. "Es
una empresa familiar, la empezó mi abuelita, la señora Dolores Rosales de Oyarzabal y luego ya siguieron mis papás por
50 años y ahorita mi mamá es la dueña, queremos que continúe porque es una tradición para Saltillo y le tenemos mucho
amor", explicó Ana María Mendoza, encargada del taller. Mendoza comentó que en la actualidad a todos les llaman sarapes
de Saltillo, porque "el saltillero", como también se le conoce, fue el que les dio la fama, sin embargo existen marcadas
diferencias. "Según dicen, en Saltillo, antes llovía mucho y siempre salía el arcoiris, entonces, creo que los artesanos
se inspiraban en los asuntos de la naturaleza; 'el saltillero' tiene mucho trabajo en centro, en el diamante, también
tiene los matizados en ocho tonos, es decir, la disminución de los colores", explicó. Antes de tener el producto
terminado, se lava la lana, se pinta, se teje, se desespina, se raspa y se manda a planchar a la tintorería, proceso
que lleva tiempo y por esta razón el sarape original de Saltillo es más costoso. "De los otros, pues sólo se compra
el material, o sea el hilo, nada más son cinco tonos de color, tiene muy poco trabajo en el centro, no existen los matizados, es
menos tiempo y por eso es más barato", detalló. Sólo son tres los artesanos que trabajan en los telares que se encuentran
en el taller, mismos que fueron propiedad del español José Muslera quien en los años 20 se los vendió a Dolores Rosales
de Oyarzabal.
"No es fácil el trabajo de un artesano, no nada más es subirse al telar, lleva un proceso de aprendizaje, durante
el cual se aprenden los diseños y adquieren habilidad manual pues tienen que mover al mismo tiempo los pies y las manos",
destacó. Gloria del Pilar García Ayala quien pertenece a la cuarta generación a cargo de la empresa "Sarapes la Favorita",
con más de cien años de vida en Saltillo, dijo que su tatarabuelo Rosendo García comenzaron con los telares en la cochera
de su casa y fue en la década de los 40, a cargo de su padre, también Rosendo García, cuando alcanzó su mayor gloria. "Mis
abuelos siguieron y luego papá como a la edad de 15 años les empezó a ayudar a ellos, y fue donde las ideas jóvenes
y el entusiasmo del joven comenzaron a hacer crecer el negocio". García Ayala declaró que en ese entonces había otros dos
negocios de sarapes y era un momento en el cual había clientes para todos, a diferencia de estos días en los cuales
cada vez es más difícil la venta de sarapes. "Antes teníamos a los trabajadores en la calle de Bolívar, pero ahorita
ya los acomodé en sus casas, antes les pagaba un sueldo y prestaciones, pero opté por pagarles a destajo porque me estaba
costando mucho y estaba trabajando en números rojos", subrayó. De los 20 telares que tenía "Sarapes La Favorita", sólo
quedaron 6 y de los 50 empleados que llegaron a trabajar en sus instalaciones, hoy únicamente son cuatro. El negocio
en la calle de Bolívar cerró para cambiarse a uno más reducido en la calle de Chiapas de la colonia República, desde
donde Gloria del Pilar lucha por que la tradición del "saltillero", continúe viva. "Para mi es un orgullo, me gusta
mucho estar en esto, no me deja grandes ganancias, pero por lo mismo que es una tradición en Saltillo y de mi familia,
le tengo mucho cariño y no quiero que se pierda", finalizó.
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