FRAGOLE
DI LE FORBICI
(EDUARDO
SANTOS)
S.O.S LA
REVISTA DE BOLSILLO
Decidí ir a cenar
a Sanborns, por todo el prestigio que es alimentarse en ese lugar, lleno de gente fina y educada.
La imagen del restaurante
me sorprendió, es un sitio cómodo en el que uno puede pasar horas disfrutando de una buena conversación.
¿Fumadores o no
fumadores? Fue la pregunta de la mesera y en seguida decidí comer al aire libre.
¿Algo de tomar?
Pues una limonada, respondí… después de diez minutos en los que vi pasar automóviles de todas marcas y modelos, llegó
mi limonada, por cierto, sabía a naranja insípida, ¡era naranjada!
Pedí el platillo,
una ensalada con pollo; me bebí toda mi limonada sabor naranja y la orden no llegaba.
Minutos más tarde
ahí estaba la mesera, con una sonrisa disculpándose por la tardanza y me sirvió la ensalada, no con pollo, con atún, ¡se volvió
a equivocar!
Como no soy gente
de pleito, preferí no reclamar, aunque estaba en todo mi derecho, sólo sonreí y decidí pedir una naranjada, a ver si de casualidad
me traían limonada.
Los minutos transcurrieron,
los meseros pasaron y mi mesera igual, pero no se acordó de mi naranjada hasta después de 20 minutos.
La chica apareció,
amable, como siempre, me sirvió mi naranjada “sabor naranja”, ¡chalupa y buenas!
Al ver la cuenta,
extrañé los tacos del centro, donde si sirven limonada sabor limón y donde el pollo sabe a pollo, no a atún.